Cuelgas de invisibles volantines, hilos,
suspendiendo espantapájaros,
desplegando brazos de latón encalado;
curtiembre de nieblas saladas vistes, tú,
mosaico de adobes risueños,
carmín en las soleras y, los adoquines,
aún vivos suben
en tranvías de algas a la Luna.
Cantan marineras ebrias de sol
calles descolgándose en esquinas,
cual móvil de Calder.
Suspiros encielados de cerros;
suspiros embelesados de mar;
Valparaíso!
Remolino de aspas multicolores,
tus colinas navegan versos y fantasmas.
Alquimias de olor enquistado en rafias,
y amarras, carcomiendo espumas,
los besos del adiós y del llanto
agónico de espera.
Horizonte enceguecido en la melancolía.
Entre esquinas de amores
arrancados de cuajo se encumbran
los ojos de tus calles, toboganes,
y un cielo empecinado en caer por tus veredas
al abismo de la pasión de un Pacífico
con abrazo de anémona.